domingo, 18 de mayo de 2014

PEPE MUJICA Y LA REVOLUCIÓN OLVIDADA


Hace ya mucho que vivimos en un mundo donde aquellos que acaparan el poder viven ostentosamente y muy alejados de los problemas reales de la población a la que dicen representar. Nuestro gobierno, así como las élites económicas situadas en la sombra, no sufren los recortes que aplican, sino todo lo contrario. Las empresas del Ibex 35 tienen cada vez mayores beneficios y los políticos siguen legislando a su favor. Los trabajadores, desengañados, empiezan a buscar ejemplos de que otro tipo de líder es posible. Ahí entra Pepe Mujica, un caso de escopeta. El presidente más pobre del mundo, le llaman. Se ha convertido en una figura emblemática para muchos, ya hartos de políticos que muestran un desapego exacerbado por los trabajadores, a los cuales sólo buscan durante la campaña electoral.
Pepe Mujica es un antiguo guerrillero perteneciente al Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros (MLN-T) que surgió en los años 60 y sería derrotado en 1972, un año antes de la dictadura militar. Mujica, al igual que muchos otros dirigentes tupamaros, pasó más de una década en prisión y, una vez recuperada la democracia, sería liberado por una ley de amnistía para presos políticos. El MLN-T se integraría, en 1989, a la coalición política de izquierdas Frente Amplio (FA), donde gestó la coalición llamada Movimiento de Participación Popular (MPP).
Mujica obtendría un puesto de Diputado con el FA en las elecciones de 1994, donde derrotarían al Partido Colorado (derecha), siendo Tabaré Vázquez el presidente resultante y Mujica el primer Tupamaro con un cargo público. Después de tantos años de dictadura y clandestinidad, la izquierda había llegado al poder. Las calles del país se desbordaron de trabajadores emocionados y cánticos revolucionarios por la hazaña lograda. La izquierda gobernaba y ahora empezarían las políticas destinadas a mejorar la vida de los trabajadores. O eso creían.
Mujica se hizo ya famoso en esa época por su austeridad, cuando acudía a las sesiones parlamentarias en una Vespa. En 2010 llegaría a Presidente de la República Oriental de Uruguay tras la reelección del FA y, una vez en el gobierno, no cambiaría su estilo de vida. No se mudó al palacio de gobierno sino que se mantuvo en su pequeña residencia junto a su esposa Lucía Topolansky (también antigua guerrillera del MLN-T) y dos escoltas. Tampoco acudió al coche oficial ni a ningún lujo en particular. Se trata de un presidente cercano que retomó la antigua práctica de pasear y conversar con los vecinos, como se hacía en los años 50 en Uruguay, antes de la llegada del FMI. Además, dona el 90% de su sueldo a proyectos y causas benéficas. Esta faceta austera es lo que le ha reportado fama internacional.
Su discurso se caracteriza por ser muy filosófico y rompedor de los estándares y costumbres usuales de los poderosos. Habla sin tapujos de la necesidad de proteger el medio ambiente, de lo malo y vacío del consumismo desmedido o de que el capitalismo no aporta realmente aquello que nos hace ser felices. Palabras atractivas pero que, por desgracia, no han ido acompañadas por hechos en la misma linea.
A pesar de que se han logrado cambios en el país (ayudas para los más pobres, el seguro nacional de sanidad, ley de matrimonio homosexual, aborto o legalización de la marihuana), realmente no se ha legislado en favor de los intereses de los trabajadores uruguayos. El modelo económico, salvo algunas excepciones, sigue siendo básicamente el mismo.
Mujica, con un discurso que aboga por la protección del medio ambiente, ha apostado por empresas transnacionales que están contaminado el país y que gozan, además, de exoneraciones y beneficios tributarios. Nunca en Uruguay ha habido tantas tierras en manos de las transnacionales. Algunos ejemplos son las empresas relacionadas con las papeleras, las cuales plantan eucaliptos para sus productos, destrozando la tierra; las empresas que cultivan soja transgénica con agrotóxico; o el proyecto Aratirí, relacionado con la megaminería a cielo abierto para la extracción de hierro, práctica con un alto impacto contaminante sobre el medio ambiente. Existe una contradicción flagrante entre el discurso del presidente y los hechos.
La pobreza ha sido reducida en el país, pero la tercera parte de los trabajadores uruguayos tienen ingresos inferiores a los 14.000 pesos al mes cuando se ha calculado que, para una familia media de 4 personas, se necesitarían unos 50.000 pesos al mes para cubrir las necesidades básicas. Los ricos, sin embargo, siguen enriqueciéndose. Es cierto que los sueldos han subido y que el porcentaje de desempleo es bajo, pero en su mayor parte se trata de empleo precario.
Uruguay es un país de 3 millones de habitantes con 12 millones de cabezas de ganado pero, sin embargo, la carne tiene unos precios desorbitados. En lugar de desarrollar industrias para generar valor agregado en este mercado (industrializar la materia prima), se exporta el producto primario y se enriquecen los productores. Uruguay no transforma los productos, los exporta y el mercado interior no ve beneficios.
El gobierno de Pepe Mujica se ha alejado del programa inicial del FA, que era anti-imperialista y anti-oligárquico. Se alineó con la rama más socialdemócrata de la coalición (representada por Danilo Astori, vicepresidente de Uruguay), reproduciendo el discurso de que hay que desarrollar el capitalismo, incluyendo traer a grandes transnacionales al país, para llegar al socialismo. Dice además ser partidario de un capitalismo bueno y humano. Este alejamiento del gobierno ha provocado la aparición de un sector crítico que reivindica el antiguo programa frenteamplista. Además, las políticas del gobierno de Mujica y del primer presidente del FA Tabaré Vázquez, han traído la resignación y la desafección por la política por parte de los uruguayos al verse traicionados por los políticos, tal y como sucede en España.
El sistema productivo de Uruguay no ha cambiado. Mujica obedece los dictados del FMI y el Banco Mundial, en detrimento de los trabajadores, que han visto, decepcionados, cómo la socialdemocracia ha tomado el control y ha dejado a Uruguay dependiente del capital extranjero. Después, Mujica sale al exterior con su imagen austera, su discurso grandilocuente y filosófico que a todos agrada y sorprende pero, a pesar de haberse conseguido cosas, el gobierno se vendió al capitalismo y a las grandes empresas, incumpliendo el viejo programa del FA.
El problema principal, del cual se deriva el resto, es que Mujica y su equipo han negado la lucha de clases. Suyas son frases como “Para que haya redistribución, los capitalistas han de ganar dinero”. Esto es un absurdo. No se puede redistribuir partiendo de la base de que las empresas gozan de grandes beneficios, exenciones fiscales y que no se les imponen apenas condiciones al instalarse en Uruguay. Mujica aboga por “sacar lo mejor del sistema” pero, ¿cómo sacar lo mejor de las transnacionales, que se instalan porque pagan escasos impuestos, tienen a los trabajadores en condiciones precarias y no respetan el medio ambiente? Se está actuando como si se pudiese gobernar para los ricos y para los pobres a la vez, cuando tienen intereses de clase contrapuestos. Como digo, el principal problema es la negación de la lucha de clases. ¿Existe redistribución posible sin tocar los privilegios del poder económico? ¿Se puede gobernar para el poder económico y para la gente de la calle por igual? Claramente, no. La prueba es que, a pesar del enorme crecimiento del PIB del país en los últimos años, no ha habido una redistribución eficiente que haya beneficiado a los trabajadores tanto como debiera y, sin embargo, los ricos se han enriquecido como nunca. Se trata de la clásica política socialdemócrata.
No es extraño que los grandes medios alaben a Mujica. Las políticas del presidente uruguayo benefician enormemente a los propietarios de los mismos. Si hubiese incorporado el antiguo programa del FA, cuyas propuestas giraban en torno a no pagar la deuda externa ilegítima, una reforma agraria que favoreciera a los trabajadores o nacionalizar la banca; ni Jordi Évole le habría entrevistado ni tendríamos la imagen que tenemos de él. Los medios se habrían encargado de mostrárnoslo como un dictador más y todo el mundo lo aceptaría a ciegas, como aceptan ahora que es el mejor presidente del mundo, sin saber qué políticas ha llevado a cabo y cómo estas han repercutido en la clase obrera uruguaya. Si se legisla en favor de los intereses del capital, los medios controlados por el mismo te presentan favorecido, si lo haces en favor de los trabajadores (y, por consiguiente, en contra del capital), esos medios te muestran al mundo como un político antidemocrático. Ejemplos hay de sobras.

En definitiva, por muy buenas intenciones que tuviese Mujica tanto en sus años de tupamaro como en la actualidad, que no las pongo en duda, un país no se cambia sobre la base de la actitud de una persona (aunque sea el presidente), sino sobre la organización y la construcción de un tejido social fuerte y crítico y unas políticas concretas dirigidas a mejorar las condiciones de vida de los trabajadores. No podemos creer a ciegas, como se hace en España, que Uruguay va perfectamente sólo fijándonos en el estilo de vida de su presidente (aunque este sea admirable, como en su caso). Es necesario averiguar y adentrarse en las políticas que repercuten en la vida cotidiana de las personas para conocer su realidad. Sólo entonces podremos sacar conclusiones. Pero si únicamente nos quedamos con la filosofía y la fachada de su presidente, estaremos cayendo en la trampa de la clase dominante una vez más.

Mujica reunido con el multimillonario Rockefeller

domingo, 11 de mayo de 2014

LOS MAGNATES UCRANIANOS Y LA DEMOCRACIA


Son ya muchos meses de conflicto ucraniano y no parece que el desenlace final esté cerca. Mientras grupos fieles al gobierno golpista de Kiev (en muchos casos radicales nazi-fascistas) intentan liquidar cualquier atisbo de oposición en el este del país (que se ha cobrado ya decenas de vidas), el nuevo gobierno autoproclamado pide ayuda al FMI, lo que se traducirá en salvajes recortes y subidas de impuestos.

Tres batallas distintas se están dando en el país en la actualidad. La primera, en el este, brutal y descarnada, donde los grupos Sector Derecho y Svoboda, financiados por EEUU y la OTAN, son responsables de la matanza producida en Odessa y otras ciudades. Los medios afines, por su parte, contribuyen a esta masacre ocultando a los culpables. La segunda, más sutil y cuyos efectos se verán más a medio y largo plazo, es la batalla entre los oligarcas por el control de los recursos naturales e industrias ucranianas. Existe, sin embargo, una tercera batalla. Es la que se libra entre la OTAN y Rusia, donde Ucrania no es más que una pieza geoestratégica clave.

Los grandes medios españoles atribuyen la catástrofe de Odesa a un choque de fuerzas y se oculta a los culpables

Un punto de inflexión serán las próximas elecciones en Ucrania, que han de celebrarse el 25 de mayo. ¿Quién se presenta a dichas elecciones?

Los candidatos más importantes son Petro Poroshenko y Yulia Timoshenko.

Petro Poroshenko es un magnate ucraniano independiente que, según la revista Forbes, posee unos 1.300 millones de dólares. Entre 2007 y 2012 estuvo al frente del consejo del Banco Nacional de Ucrania. Es el favorito de las encuestas (roza la mayoría absoluta) y dice ser contrario a que Ucrania ingrese en la OTAN por ahora. Fue uno de los líderes visibles del Maidán, apoya al nuevo gobierno y exporta muchos de sus productos al mercado europeo.

Timoshenko es conocida actualmente por su odio a los rusos (a pesar de sus contactos con Moscú en el pasado, en relación a sus negocios privados). Gracias a su buena relación con el antiguo presidente Lazarenko (que, según se sospecha, robó unos 200 millones de dólares y fue detenido en EEUU y condenado por blanqueo de dinero, fraude y extorsión), se enriqueció enormemente mediante la empresa relacionada con el gas que tenía en propiedad junto a su marido. Posteriormente se pasaría a la política, siendo viceprimera ministra y encargada de la Energía en 1999. Fue destituida en 2001 por el presidente Kuchma, debido a asuntos relacionados con su empresa, tras la detención de su marido.

En 2004 estalla la Revolución Naranja y Timoshenko sería una de sus protagonistas. Esta “revolución” traería al poder a Víktor Yúshchenko, del partido “Nuestra Ucrania”, de toque liberal, proeuropeísta y de derechas. Timoshenko sería primera ministra pero ciertas medidas, como la de imponer por decreto la eliminación de las deudas de su empresa con el Estado, forzaron de nuevo su destitución.

Según The Independent, un bufete inglés reveló que Timoshenko y su marido habían tenido decenas de cuentas corrientes en bancos europeos. Además, en 2011, sería condenada a siete años de cárcel por abuso de autoridad. Una carrera brillante.

Tras la “revolución” del Maidán, el gobierno autoproclamado la sacó de la cárcel (estuvo 2 años y medio). Timoshenko fue recibida como una estrella en el Congreso del Partido Popular Europeo.

Cospedal saluda a Timoshenko en el Congreso del PPE

Para mostrar el talante democrático de esta señora basta con citarla brevemente. En una ocasión dijo: "Hay que tomar las armas y matar a los malditos rusos", en referencia a los rusohablantes que habitan el este del país. Una aberración, sin duda. No obstante, la segunda cita es de un nivel democrático similar. En una rueda de prensa, dijo: “Si el país elige a otro presidente, creo que tenemos que ir a la tercera ronda de la revolución”. Se trata, ya de entrada, de un sinsentido: ¿Cómo una de las personas más ricas del país y con su historial podría liderar una revolución que se dijese popular, justo después de unas elecciones?

El Partido de las Regiones (del depuesto Yanukóvich) también se presenta a las elecciones, a pesar de que cuenta con un apoyo escaso. Su candidato es Mijailo Dobkin. Este partido fue financiado por grandes magnates como Akhmetov (hombre más rico de Ucrania con intereses en la industria, banca y medios de comunicación). Se trata de un partido contrario a la OTAN que aglutina a diferentes grupos políticos con ideologías divergentes y defensor de la amistad con Rusia. Hay que decir que bajo el gobierno de Yanukóvich ya se impusieron medidas del FMI que desembocaron en una tasa de indigencia del 25% y a que 1 de cada 8 ucranianos viva en la extrema pobreza, entre otros escalofriantes resultados.

Los demás partidos que se presentan no tienen, según las encuestas, opciones para ganar. Podríamos destacar a los fascistas Svoboda y Sector Derecho, responsables de decenas de muertes en el este de Ucrania pero también en Kiev, donde se demostró que los francotiradores que asesinaron manifestantes en Maidán no fueron puestos por Yanukóvich, sino por ellos. Por si fuera poco, se agrede, amenaza y asesina a la oposición, como ya denunció la dirigente del Partido Socialista Progresista de Ucrania, Natalia Vitrenko, a la que nadie ha hecho el menor caso. Parece que no hay intención alguna de prohibir a estos grupos nazi-fascistas. Sin embargo, el Partido Comunista de Ucrania, que impulsó con 3,5 millones de firmas un referéndum ciudadano para votar acercarse o no a la UE, ha sido expulsado del Parlamento (y, a este paso, ya veremos si les dejan presentarse a las elecciones).

Oleh Tyahnybok (Svoboda) junto a McCain en Kiev y haciendo el saludo nazi.

¿Qué tienen en común estos partidos políticos? Pues que todos parecen responder a los intereses de los grandes empresarios ucranianos (proeuropeos o prorrusos). O bien han estado financiados por ellos o los encabezan directamente. Ninguno busca proteger los intereses de los trabajadores, que sufren una crisis brutal desde hace años.

El propio gobierno autoproclamado, que los medios venden como legítimo y surgido de una revolución popular, es un mísero títere de EEUU. Una conversación filtrada entre Victoria Nuland (responsable del Departamento de Estado para asuntos europeos de EEUU) y el embajador de EEUU en Ucrania que decía que había que poner en el poder a Arseny Yatseniuk (actual primer ministro de Ucrania, del partido conservador “Patria”) es una muestra de ello. Ni a EEUU ni a nadie le importan los trabajadores ucranianos, sólo quieren Ucrania para sus intereses: arrinconar a Rusia, obtener materias primas y un nuevo mercado donde llevar sus productos. Esta es la tercera batalla (geoestratégica e imperialista) que he nombrado anteriormente.

Arseny Yatseniuk haciendo el saludo nazi

¿Qué se juegan los ucranianos en las elecciones del 25 de mayo?

Tristemente, decidir a qué oligarca entregan el país en bandeja. Ya hemos visto a los candidatos con posibilidades de ser escogidos, todos grandes empresarios y, por consiguiente, con intereses de clase contrapuestos a los de la clase obrera. Estas elecciones son un fraude, donde ambos partidos responden a los intereses del capital. La comunidad internacional reconoce estas elecciones como legítimas, pero no los referéndums que se han celebrado en Donetsk o Lugansk, donde el ejército de Kiev ha disparado y asesinado a civiles. ¿Por qué se reconocen unas elecciones y otras no? Porque con las primeras salen beneficiados y con las segundas no.

Por otro lado está Rusia, que ha denunciado la ilegalidad del gobierno de Kiev. Aunque esta acción sea razonable, no hay que olvidar que Putin no es precisamente el mayor defensor de los DDHH y que, como ya he dicho, combate contra la OTAN, no por el bienestar de los ucranianos. Tiene sus intereses. No actúa por filantropía. Ucrania es de vital importancia. Si esta cae, la OTAN llegará hasta sus fronteras y no puede permitirlo. Los trabajadores ya sufrían una dura crisis cuando gobernaba Yanukóvich y no vimos a Putin preocupado por ellos en ningún momento (ni a él ni a nadie). A pesar de eso, no ha sido Rusia quien ha provocado este conflicto.

Los grandes medios venden a Rusia como el gran enemigo de Ucrania, ocultando la implicación de EEUU y la UE en la financiación de grupos nazis y el golpe de estado del actual gobierno (el cual ha suprimido, por ejemplo, la celebración del día de la Victoria sobre los nazis, acto que les describe a la perfección); así las políticas antidemocráticas del mismo (como la prohibición de programas de los canales rusos para impedir que la ciudadanía reciba información distinta a la gubernamental y obtener la hegemonía con la que controlar a la población).

El gobierno golpista ya ha pedido ayuda al FMI, cuyas políticas han fracasado desde Latinoamérica hasta África y Europa. ¿Qué legitimidad tiene este gobierno, al que nadie ha votado, para pedir ayuda al FMI, sabiendo lo que esto significa? Recordemos que los partidos que conforman este gobierno se opusieron a que los ciudadanos votasen sobre la UE en un referéndum. Ucrania podría recibir hasta 27.000 millones de dólares de “ayuda”, lo que provocará duros recortes como los que ya han fracasado en Grecia, España y Portugal, generando más y más desempleo. Se espera también una ayuda de 1.600 millones de euros de Europa, 1.000 millones de dólares de EEUU y 1.500 millones de dólares de Japón. Todo esto tendrán que devolverlo con creces los trabajadores. Ya se han tomado medidas como la subida del 50% del precio del gas a la población y, por otro lado, las instituciones públicas tendrán que despedir a 24.000 de sus 249.000 empleados y se suprimirán los complementos a las pensiones para funcionarios, jueces y militares. ¿A alguien le suena la historia?

En definitiva, Ucrania se hunde entre el fascismo, los magnates y el imperialismo (elementos siempre relacionados estrechamente) y no parece que haya una solución para aquellos que están sufriendo la crisis en sus carnes. Ojalá los ucranianos se den cuenta de lo que representan estas elecciones y encuentren una solución. Los obreros, maltratados por los grandes empresarios, ha de tomar conciencia, luchar como clase y divisar a los enemigos reales, que mediante engaños buscan únicamente enriquecerse. El fascismo ha resurgido en Ucrania y ni la UE ni la OTAN van a denunciarlo, ya que son ellos los que lo han financiado y animado para desestabilizar el país y poder crear un gobierno que les beneficie. Ojalá la clase obrera ucraniana sea capaz de echar al imperialismo y decidir libremente su futuro, no con unas elecciones en las que sólo podrá elegir entre magnates proeuropeos o prorrusos.

La excusa utilizada en varias ocasiones por el actual gobierno ucraniano y EEUU ha sido la de defender el país de la malvada Rusia. Vemos, sin embargo, que la patria no tiene nada que ver en esto, ya que el gobierno ilegítimo no ha dudado en vendérsela al FMI a la primera de cambio. No es la patria lo que buscan proteger, sino sus intereses, los de los grandes empresarios.




Toni Velasco (@avelasgar)