España
vive momentos de agitación
política y social impregnados con la sensación de que no vivimos en
una auténtica democracia. Cada vez más gente, viendo cómo algunos
manejan
el país y se lucran con lo de todos, empieza a creer que la democracia debe
ser
algo más que votar cada cuatro años y encima a partidos que ni
siquiera cumplen su programa electoral. Una clara muestra de este
descontento y las ganas de cambiar las cosas son la aparición de
movimientos sociales
como
la PAH o partidos como Podemos o Guanyem.
Sin
embargo, a los líderes de PP y PSOE se les llena la boca con la
palabra democracia, vocablo que repiten hasta la saciedad,
comparándonos la actualidad con los tiempos de Franco, para que nos
demos cuenta de cuánto hemos avanzado y estemos agradecidos. Pero desde mi punto de vista,
aunque en muchos aspectos se haya avanzado, la joven democracia española está muy limitada. Son varios los
ejemplos que daré para justificar mi afirmación.
1)
Hace poco el nuevo monarca de España, Felipe VI, cumplía 100 días
de mandato. Se trata de un rey impuesto, nadie le ha votado. Los
mismos que argumentan que ya se nos preguntó a finales de los años 70 siempre
olvidan añadir el clima de miedo y tensión que vivía España en
aquel momento. Era poco menos que “O esto o los tanques”, lo que hace pensar que más que libre y democrática, fue una votación coaccionada.
2) Los
ciudadanos españoles, recogiendo 500.000 firmas en un tiempo determinado,
pueden llevar a cabo una ILP para modificar la Constitución. Estas
firmas, sin embargo, sólo aseguran que el Parlamento decida si va a
tramitar ese proyecto de ley o no (no tiene obligación de convertir
esa ILP en ley). Además, y por si fuera poco, si el Parlamento
decide tramitar dicha ILP, se reserva el derecho de poder modificarla
a su antojo. Un ejemplo de esto son las casi 1.500.000 firmas que
recogió la PAH para incorporar la dación en pago a la Constitución.
Se decidió tramitarla (debido a la presión ciudadana) pero
finalmente la ILP acabó tan desfigurada que la propia PAH la anuló.
En España tampoco existen referéndums donde el pueblo tenga poder para decidir directamente sobre un tema concreto, sólo puede convocarlos el presidente y no son vinculantes. Salta a la vista que esto es totalmente
antidemocrático. Cuánto tenemos que aprender, por ejemplo, de
Uruguay, un pequeño país latinoamericano de 3 millones de habitantes donde los ciudadanos, tras reunir una cantidad determinada
de firmas, tienen poder para convocar un referéndm vinculante para modificar la Constitución y ni el gobierno ni nadie tiene poder para imperdirlo o anular el resultado en caso de estar en contra. La voz del pueblo está primero. Eso es democracia.
3)
Pero hay otro ejemplo que muestra la falta de democracia en España:
la negativa de PP, PSOE y otros partidos a preguntar a los catalanes
sobre su futuro a pesar de que la mayoría del pueblo catalán desea votar; algo que, sin embargo, sí pudieron hacer los
escoceses con total normalidad. Zapatero, tras la victoria del 'No'
en Escocia, decía en televisión que podían haberse ahorrado el
referéndum. Este señor todavía no ha entendido lo que significa la
democracia. Más que el resultado, lo que importa es el acto democrático que
significa que el pueblo pueda votar y decidir. Ante el “desafío
soberanista”, como algunos medios malintencionados lo llaman, a PP
y PSOE no les queda otra que apelar al patriotismo más arcaico o
decir que la Constitución no permite la consulta. Sí, esa misma
Constitución que ellos violan día tras día, esa misma Constitución
que vendieron a poderes que nadie ha escogido sin consultarnos a los
ciudadanos, esa misma Constitución que utilizan para someter a la clase trabajadora y hacer más rica a la oligarquía. Estando en una supuesta democracia, decir que votar es
ilegal de la manera que lo hacen PP y PSOE es una barbaridad. Las
leyes no son elementos inamovibles, han de adaptarse a los
tiempos y a las necesidades de los ciudadanos. Rajoy decía hoy por la radio (30 de septiembre) que los catalanes no pueden votar porque en una democracia moderna como la nuestra ha de acatarse la ley. No, señor Rajoy, en las democracias modernas la gente vota y las leyes se hacen para mejorar la vida del pueblo, no para tenerlo sometido a los intereses de un puñado de familias.
Lo
que les pasa a los partidos que sostienen el sistema actual es que,
en el fondo, no quieren
que la gente vote cuando hay que decidir cosas importantes. Por eso
no votamos cuando abdicó el rey o
cuando se cambió el artículo 135 de la Constitución. Por
eso el Tribunal Constitucional ha tardado pocos minutos en anular la
ley de consultas aprobada por la mayoría de partidos catalanes,
cuando tarda años y años en decidir sobre otros asuntos.
Les encanta la palabra democracia, porque es muy bonita, moderna y
queda bien decirla a cada rato en
los mítines,
pero en el fondo les aterroriza que el pueblo decida porque los
intereses de los trabajadores y de la oligarquía para la que
gobiernan realmente son totalmente distintos.
¿Qué trabajador hubiese votado a favor de pagar una deuda generada
por el sector privado y
que ha generado brutales recortes? ¿Y
de los desahucios? ¿Qué trabajador puede estar en contra de la
dación en pago? Ninguno. Por eso han limitado el número de
votaciones al máximo (por eso tenemos una democracia representativa en lugar de una participativa) y controlan los medios de masas que nos dicen
lo avanzada que es nuestra
democracia.
Lo
malo de las democracias reales, para aquellos poco acostumbrados a
ellas, es que se vota. Se vota muchas veces y
para muchas cosas, no sólo para escoger a los presidentes y alcaldes.
Y lo malo de votar en democracia es que, por
desgracia para la clase dominante,
los trabajadores pueden tener conciencia de clase y defender
sus intereses votando lo contrario de lo que quieren los dueños de las empresas del
Ibex 35. Los grandes empresarios lo saben, por eso tenemos una democracia que consiste en entregar un cheque en blanco al partido vencedor en las elecciones para que haga lo que le venga en gana durante cuatro años, aunque sea lo contrario de lo que prometieron antes de ganar las elecciones sin que ocurra nada (como por ejemplo cuando dicen que solucionarán los problemas de los trabajadores pero luego lo que hacen es defender los intereses de los empresarios con cuentas en Suiza) y donde no existen los referéndums vinculantes; y unos medios que, de forma
sutil, dan como únicas opciones reales de voto a PP y PSOE, para que nos quitemos de la cabeza eso de votar a opciones radicales, nos dicen que la política es aburrida y que todos son iguales o que podríamos estar mucho peor. Pero
esto no puede durar siempre y lo estamos viendo actualmente.
Pero
debemos agradecer, dirán muchos, que no vivimos en Venezuela, por ejemplo,
donde reina una brutal dictadura. Lo que no saben los que esgrimen
estos argumentos inculcados por los medios que controla la oligarquía, es que Chávez, además de alfabetizar o dar
sanidad a millones de trabajadores, introdujo una cosa llamada
“referéndum revocatorio” en la Constitución venezolana. Este
elemento permite, tras recoger un número determinado de firmas,
celebrar una votación para echar a cualquier cargo electo una vez
transcurrido la mitad de su mandato en un referéndum. Es más, la
oposición utilizó este elemento en 2004 para intentar echar a
Chávez, pero perdieron en el referéndum (lo mismo que en las
últimas 17 de 18 elecciones celebradas en el país y dictaminadas
como totalmente transparentes y seguras por observadores
internacionales). Esto no ha sucedido jamás ni en la avanzada Europa
ni en ningún otro lugar del mundo. Y ahora pregunto: ¿Cuántos de
vosotros estaríais a favor de introducir el referéndum revocatorio
en nuestra Constitución y celebrar una votación para echar a Rajoy?
Pues quitaos esa idea de la cabeza. Bendita democracia.
Toni Velasco (@avelasgar)