Las
redes sociales se han incendiado estos días por las declaraciones de
Mónica de Oriol (presidenta del Círculo de Empresarios), en las
que decía que los trabajadores sin formación deberían cobrar por
debajo del SMI porque no sirven para nada, que se debería reducir el
coste del despido hasta los 18 días por año y que los trabajadores
que cobran subsidios por desempleo acaban siendo unos “parásitos”
del sistema.
A
pesar de la dureza de las declaraciones, éstas no son, ni mucho
menos, aisladas. Hace pocas semanas pudimos oír al presidente del
Círculo Empresarial Leonés, Ángel Crego, decir que no entendía
“por qué el trabajador no paga 45 días por cada año que la
empresa le ha estado pagando un sueldo y le ha dado trabajo”, en
lugar de hacerlo la empresa.
Estos
son sólo dos ejemplos de los muchos que al lector le habrán pasado
por la mente. Otros casos sonados fueron el de Joan Rosell
(Presidente de la CEOE) justificando los paraísos fiscales y
defendiendo que los empresarios españoles los utilizasen, “aunque
sea malo para España” (¿dónde queda aquí la Marca España?); el
de José de Cavada (responsable de relaciones laborales de la CEOE)
criticando los 4 días de permiso por defunción de un familiar o
Díaz Ferran y su famoso “Hay que trabajar más y cobrar menos”.
¿Tan
mala gente son para decir cosas como esas? No es eso. Simplemente
defienden sus intereses de clase. Marx ya descubrió la composición
de la sociedad en clases en el siglo XIX. Declaraciones como las
anteriores y la mayoría de las políticas de nuestro gobierno, entre
otras cosas, confirman la teoría del filósofo alemán.
Marx
llegó a diferenciar un elevado número de clases sociales pero, para
simplificar, se suele hablar de dos principales: la explotadora (la
burguesa, que posee los medios de producción, o sea la que es dueña
de las fábricas, máquinas, etc) y la explotada (la proletaria, que
vende su fuerza de trabajo para poder vivir, o sea la que trabaja
para la clase explotadora y recibe un sueldo a cambio). Estas clases
están necesariamente relacionadas entre sí tanto en el sistema
capitalista como en los sistemas anteriores (feudal, esclavista,
etc). Estas relaciones son las denominadas relaciones de producción,
derivadas del sistema económico en el que nos encontremos (éstas
son distintas en el sistema capitalista, en el esclavista, comunista,
etc). A partir de estas relaciones históricas entre las clases
sociales y otros elementos, Marx desarrolló la teoría del
materialismo histórico.
A
partir de todos estos elementos, Marx identificó lo que denominó
“lucha de clases”, que no es otra cosa que los conflictos
sociales derivados de la confrontación entre las clases sociales
existentes en la sociedad, ya que éstas poseen intereses de clase
totalmente contrapuestos (por lo tanto jamás podrán ponerse de
acuerdo al 100%). Marx explicó que siempre hay una clase social que
somete a la otra. En la rusia zarista o la sociedad francesa de Luís
XVI, la aristocracia tenía sometida a la clase burguesa hasta que
esta se rebeló y tomó el poder violentamente. En la actualidad, la
clase burguesa (minoritaria en cuanto al número de personas que la
conforman) explota a la clase trabajadora (mayoritaria).
Un
simple ejemplo de lo que son los intereses de clase contrapuestos de
trabajadores y burgueses sería, por ejemplo, que el trabajador
quiera tener un sueldo más elevado o que quiera trabajar menos
horas. Si el jefe accede a las peticiones del trabajador, perderá
parte de su ganancia. Por eso jamás puede haber consenso entre
ellos.
¿Qué
tiene que ver esto con Mónica de Oriol? ¿Por qué digo que ella
tiene conciencia de clase?
Al
hacer esas declaraciones, Mónica de Oriol está defendiendo los
intereses de su clase (la burguesa) frente a la clase trabajadora. Si
el gobierno aceptase sus peticiones, ella y los de su clase
obtendrían mayores beneficios. Por eso Rosell defiende los paraísos
fiscales o Ángel Crego pide que sean los trabajadores los que paguen
a la empresa cuando se les despide. Todas esas declaraciones tienen
en común que benefician a la clase burguesa. Eso es tener conciencia
de clase: saber que se pertenece a una clase social concreta con unos
intereses determinados y opuestos a los de la otra clase y, por
consiguiente, luchar por ellos. No son necesariamente malas personas,
pero sus intereses de clase les empujan a decir esas cosas y actuar
de una manera determinada. Ellos saben que si el gobierno aceptase
sus propuestas las condiciones de vida de los trabajadores
empeorarían; pero ahí radica la lucha de clases, en los intereses
contrapuestos de éstas. Por eso ambas clases jamás podrán ponerse
de acuerdo.
El
problema de todo esto no es que Mónica de Oriol o Ángel Crego hagan
esas declaraciones (las cuales encajan perfectamente dentro de los
intereses de la clase a la que pertenecen), lo malo es que ellos
tienen conciencia de clase y los trabajadores no. ¿Cuántos grandes
empresarios votan a IU o la CUP y pactan los sueldos libremente con
los trabajadores? Ninguno. Sin embargo, ¿cuántos trabajadores votan
a partidos que defienden los intereses de la clase burguesa como el
PP, PSOE o CiU entre otros? Millones. Ahí está el verdadero
problema.
Recordemos
a modo de ejemplo, que PP y PSOE pactaron cambiar el artículo 135 de
la Constitución (esa que, sin embargo, es intocable para otras
cosas), el cual pone el pago de una deuda generada, en última
instancia, por grandes bancos, como prioridad máxima, dejando en un
segundo lugar la educación, la sanidad o las ayudas a la
dependencia. ¿Acaso no es esto un salvaje ejemplo de lo que es la
lucha de clases en la actualidad? Bancos de grandes empresarios
(clase burguesa), debido a la especulación que hicieron durante años
(la cual les hizo ganar muchísimo dinero), generaron una deuda que
está pagando la clase trabajadora (miles de millones de dinero
público, o sea de los impuestos que pagan los trabajadores, se
destinaron a salvar de la quiebra a esos bancos privados) y, por si
fuera poco, se está recortando a la clase trabajadora en sanidad,
educación, dependencia, etc, para poder pagar esa deuda. La clase
burguesa no necesita la sanidad o la educación pública, ellos
acuden a la privada. Pueden pagarla. Ya pueden recortar lo que
quieran de la pública. Es más, si fuese por ellos, no existiría ni
la educación ni la sanidad pública, ya que son negocios que podrían
darles más beneficios si se privatizasen y los controlasen (seguro
que recordaréis la que se montó cuando quisieron privatizar los
hospitales madrileños, eso también es lucha de clases).
¿Por
qué digo que la clase trabajadora está pagando esa deuda? ¿Acaso
los grandes empresarios no pagan impuestos también? Estas preguntas
se pueden responder con esta imagen:
Si
se está pagando esa deuda mediante recortes en servicios públicos y
con dinero público recaudado con los impuestos, pero por otro lado
vemos que los grandes empresarios no utilizan los servicios públicos
y evaden impuestos, creo que queda claro quien está pagando esa
deuda (generada, lo digo una vez más, por la clase burguesa).
Este
es tan sólo uno de los muchos ejemplos de que PP y PSOE legislan en
favor de la clase burguesa. Pondré otro pero no me extenderé más.
Es el siguiente.
Las
grandes empresas, beneficiadas por la reforma laboral del gobierno,
han echado a miles de trabajadores y, por otro lado, han obtenido
enormes beneficios. Lucha de clases pura y dura. Creo que queda claro
para qué clase social legisla nuestro gobierno.
Pero
¿por qué los trabajadores no tienen conciencia de clase y votan a
partidos que obedecen a los intereses de la clase opuesta a la suya?
Marx
y otros estudiosos marxistas tienen, de nuevo, la solución. Hay
varios conceptos que permiten responder esa pregunta: Hegemonía,
falsa conciencia, alienación y superestructura.
Hay
quienes creían que, por el mero hecho de pertenecer a la clase
trabajadora, ya se desarrollaba conciencia de clase obrera. Más
tarde se vio que no era así. Marx y otros estudiosos como Lukács
hablaron entonces de la “falsa conciencia”, que implica que no
existe una relación entre pertenecer a una clase social y
desarrollar conciencia de esa clase. Esta falsa conciencia es un
producto de la “alienación”, la cual significa que se puede
pertenecer a la clase trabajadora y no tener la sensación de estar
explotado o incluso defender los intereses de la clase explotadora.
El sistema capitalista en el que nos encontramos hace que la sociedad
burguesa generalice unas relaciones determinadas que reproducen la
dominación sin que los trabajadores se den cuenta.
Pero
¿cómo hacen eso? ¿Cómo logran que el trabajador vote a un partido
que va en contra de sus intereses?
Aquí
entran los dos conceptos restantes. Gramsci definió el término
“hegemonía” como: hacer que una clase sea la dominante mediante
la reproducción de los valores de su ideología y haciendo que los
explotados (en este caso los trabajadores) compartan los valores,
ideología y cultura de la clase que les domina. Esto significa hacer
que la clase a la que explotas piense como tú y crea que tus
intereses son los mismos que los suyos. Es lo que sucede en España.
¿Y
cómo lo logra? Pues mediante la superestructura. El marxismo dice
que una sociedad está compuesta, básicamente, por 2 elementos: la
estructura económica (o infraestructura, en nuestro caso el
capitalismo) y la superestructura que evita que la primera se
derrumbe. La superestructura se compone de todos los elementos
culturales, políticos, jurídicos, religiosos, etc, de una sociedad.
Ésta representa a la clase dominante y se utiliza para someter a la
clase explotada (los medios de comunicación son una de sus mejores
armas).
Pongo
un ejemplo para aclarar esto. ¿Por qué se han criminalizado la PAH
o las protestas del 22M y, sin embargo, se apoya a la oposición
venezolana, que ha incendiado 15 universidades, 11 centros de salud y
ha matado a decenas de personas? ¿Por qué se acepta según qué
violencia?
Simplemente
porque la PAH, las marchas del 22M y el gobierno venezolano defienden
los intereses de la clase trabajadora (en mayor o menor medida) y,
por lo tanto, están perjudicando a la clase dominante. Ésta ha de
contraatacar y lo hace con las armas que tiene a su alcance. Gracias
a los medios de comunicación, que están al servicio de los grandes
empresarios (clase burguesa), muchos trabajadores españoles están
en contra del gobierno de Nicolás Maduro. La clase trabajadora
española se ha posicionado en contra de un gobierno democrático que
defiende los intereses de los trabajadores venezolanos. Ojalá
tuviésemos aquí un gobierno que ha entregado 500.000 viviendas a
los trabajadores, en lugar de echarlos de sus casas y dejarlos con
deudas impagables de por vida; o que ofrece estudios universitarios
gratuitos, en lugar de echar a los estudiantes que no pueden pagarse
la matrícula. Sin embargo, relacionamos al gobierno venezolano con
una dictadura y con la represión y violación de los DDHH, mientras
España acumula 77 condenas internacionales por sus reiterados
incumplimientos de la legalidad internacional y los DDHH, pero eso no
se cuenta en los medios de comunicación. También hay trabajadores
que están en contra de las acciones de la PAH. Eso es no tener
conciencia de clase porque se asume el discurso de los medios (o sea
el de la clase dominante) como el único válido. La clase dominante
ha logrado la llamada hegemonía. Lo mismo sucede con los
trabajadores que votan al PP o al PSOE, entre otros. Han olvidado que
los medios tiene propietarios cuyos intereses son contrarios a los
suyos, pero asumen su discurso como el suyo propio.
Portada
del último número de la revista Cafè amb llet. ¿Quién controla
los medios?
Recapitulando.
Las declaraciones de los grandes empresarios no son casuales. De
hecho, son lógicas si tenemos en cuenta quiénes son y qué
intereses defienden. Habrá muchas más. La lucha de clases está
ahí. El verdadero problema es que los trabajadores han olvidado que
son una clase social que tiene unos intereses determinados y no
pueden luchar por ellos, ya que están dispersos y alienados por el
discurso hipnotizante de la burguesía. No pueden responder con
fuerza ante los grandes empresarios ni las políticas del gobierno.
Si los trabajadores tuviesen la mitad de la conciencia de clase que
tienen los grandes empresarios, estos no osarían hacer semejantes
declaraciones, ya que, al día siguiente, tendrían una revolución
obrera en las calles que les echaría del poder. Sin embargo,
mientras la clase obrera (en su mayoría) siga dispersa y dormida en
los laureles, pueden decir cuanto se les antoje.
Ya
dijo José Luis Sampedro que “la gente no está loca, está
manipulada”. Ejemplos de esta manipulación no faltan.
Toni Velasco
@avelasgar