domingo, 27 de abril de 2014

LOS EMPRESARIOS ESPAÑOLES Y LA VIGENCIA DE LA LUCHA DE CLASES.



Las redes sociales se han incendiado estos días por las declaraciones de Mónica de Oriol (presidenta del Círculo de Empresarios), en las que decía que los trabajadores sin formación deberían cobrar por debajo del SMI porque no sirven para nada, que se debería reducir el coste del despido hasta los 18 días por año y que los trabajadores que cobran subsidios por desempleo acaban siendo unos “parásitos” del sistema.

A pesar de la dureza de las declaraciones, éstas no son, ni mucho menos, aisladas. Hace pocas semanas pudimos oír al presidente del Círculo Empresarial Leonés, Ángel Crego, decir que no entendía “por qué el trabajador no paga 45 días por cada año que la empresa le ha estado pagando un sueldo y le ha dado trabajo”, en lugar de hacerlo la empresa.

Estos son sólo dos ejemplos de los muchos que al lector le habrán pasado por la mente. Otros casos sonados fueron el de Joan Rosell (Presidente de la CEOE) justificando los paraísos fiscales y defendiendo que los empresarios españoles los utilizasen, “aunque sea malo para España” (¿dónde queda aquí la Marca España?); el de José de Cavada (responsable de relaciones laborales de la CEOE) criticando los 4 días de permiso por defunción de un familiar o Díaz Ferran y su famoso “Hay que trabajar más y cobrar menos”.

¿Tan mala gente son para decir cosas como esas? No es eso. Simplemente defienden sus intereses de clase. Marx ya descubrió la composición de la sociedad en clases en el siglo XIX. Declaraciones como las anteriores y la mayoría de las políticas de nuestro gobierno, entre otras cosas, confirman la teoría del filósofo alemán.

Marx llegó a diferenciar un elevado número de clases sociales pero, para simplificar, se suele hablar de dos principales: la explotadora (la burguesa, que posee los medios de producción, o sea la que es dueña de las fábricas, máquinas, etc) y la explotada (la proletaria, que vende su fuerza de trabajo para poder vivir, o sea la que trabaja para la clase explotadora y recibe un sueldo a cambio). Estas clases están necesariamente relacionadas entre sí tanto en el sistema capitalista como en los sistemas anteriores (feudal, esclavista, etc). Estas relaciones son las denominadas relaciones de producción, derivadas del sistema económico en el que nos encontremos (éstas son distintas en el sistema capitalista, en el esclavista, comunista, etc). A partir de estas relaciones históricas entre las clases sociales y otros elementos, Marx desarrolló la teoría del materialismo histórico.

A partir de todos estos elementos, Marx identificó lo que denominó “lucha de clases”, que no es otra cosa que los conflictos sociales derivados de la confrontación entre las clases sociales existentes en la sociedad, ya que éstas poseen intereses de clase totalmente contrapuestos (por lo tanto jamás podrán ponerse de acuerdo al 100%). Marx explicó que siempre hay una clase social que somete a la otra. En la rusia zarista o la sociedad francesa de Luís XVI, la aristocracia tenía sometida a la clase burguesa hasta que esta se rebeló y tomó el poder violentamente. En la actualidad, la clase burguesa (minoritaria en cuanto al número de personas que la conforman) explota a la clase trabajadora (mayoritaria).

Un simple ejemplo de lo que son los intereses de clase contrapuestos de trabajadores y burgueses sería, por ejemplo, que el trabajador quiera tener un sueldo más elevado o que quiera trabajar menos horas. Si el jefe accede a las peticiones del trabajador, perderá parte de su ganancia. Por eso jamás puede haber consenso entre ellos.

¿Qué tiene que ver esto con Mónica de Oriol? ¿Por qué digo que ella tiene conciencia de clase?

Al hacer esas declaraciones, Mónica de Oriol está defendiendo los intereses de su clase (la burguesa) frente a la clase trabajadora. Si el gobierno aceptase sus peticiones, ella y los de su clase obtendrían mayores beneficios. Por eso Rosell defiende los paraísos fiscales o Ángel Crego pide que sean los trabajadores los que paguen a la empresa cuando se les despide. Todas esas declaraciones tienen en común que benefician a la clase burguesa. Eso es tener conciencia de clase: saber que se pertenece a una clase social concreta con unos intereses determinados y opuestos a los de la otra clase y, por consiguiente, luchar por ellos. No son necesariamente malas personas, pero sus intereses de clase les empujan a decir esas cosas y actuar de una manera determinada. Ellos saben que si el gobierno aceptase sus propuestas las condiciones de vida de los trabajadores empeorarían; pero ahí radica la lucha de clases, en los intereses contrapuestos de éstas. Por eso ambas clases jamás podrán ponerse de acuerdo.

El problema de todo esto no es que Mónica de Oriol o Ángel Crego hagan esas declaraciones (las cuales encajan perfectamente dentro de los intereses de la clase a la que pertenecen), lo malo es que ellos tienen conciencia de clase y los trabajadores no. ¿Cuántos grandes empresarios votan a IU o la CUP y pactan los sueldos libremente con los trabajadores? Ninguno. Sin embargo, ¿cuántos trabajadores votan a partidos que defienden los intereses de la clase burguesa como el PP, PSOE o CiU entre otros? Millones. Ahí está el verdadero problema.

Recordemos a modo de ejemplo, que PP y PSOE pactaron cambiar el artículo 135 de la Constitución (esa que, sin embargo, es intocable para otras cosas), el cual pone el pago de una deuda generada, en última instancia, por grandes bancos, como prioridad máxima, dejando en un segundo lugar la educación, la sanidad o las ayudas a la dependencia. ¿Acaso no es esto un salvaje ejemplo de lo que es la lucha de clases en la actualidad? Bancos de grandes empresarios (clase burguesa), debido a la especulación que hicieron durante años (la cual les hizo ganar muchísimo dinero), generaron una deuda que está pagando la clase trabajadora (miles de millones de dinero público, o sea de los impuestos que pagan los trabajadores, se destinaron a salvar de la quiebra a esos bancos privados) y, por si fuera poco, se está recortando a la clase trabajadora en sanidad, educación, dependencia, etc, para poder pagar esa deuda. La clase burguesa no necesita la sanidad o la educación pública, ellos acuden a la privada. Pueden pagarla. Ya pueden recortar lo que quieran de la pública. Es más, si fuese por ellos, no existiría ni la educación ni la sanidad pública, ya que son negocios que podrían darles más beneficios si se privatizasen y los controlasen (seguro que recordaréis la que se montó cuando quisieron privatizar los hospitales madrileños, eso también es lucha de clases).

¿Por qué digo que la clase trabajadora está pagando esa deuda? ¿Acaso los grandes empresarios no pagan impuestos también? Estas preguntas se pueden responder con esta imagen:


Si se está pagando esa deuda mediante recortes en servicios públicos y con dinero público recaudado con los impuestos, pero por otro lado vemos que los grandes empresarios no utilizan los servicios públicos y evaden impuestos, creo que queda claro quien está pagando esa deuda (generada, lo digo una vez más, por la clase burguesa).

Este es tan sólo uno de los muchos ejemplos de que PP y PSOE legislan en favor de la clase burguesa. Pondré otro pero no me extenderé más. Es el siguiente.


Las grandes empresas, beneficiadas por la reforma laboral del gobierno, han echado a miles de trabajadores y, por otro lado, han obtenido enormes beneficios. Lucha de clases pura y dura. Creo que queda claro para qué clase social legisla nuestro gobierno.

Pero ¿por qué los trabajadores no tienen conciencia de clase y votan a partidos que obedecen a los intereses de la clase opuesta a la suya?

Marx y otros estudiosos marxistas tienen, de nuevo, la solución. Hay varios conceptos que permiten responder esa pregunta: Hegemonía, falsa conciencia, alienación y superestructura.

Hay quienes creían que, por el mero hecho de pertenecer a la clase trabajadora, ya se desarrollaba conciencia de clase obrera. Más tarde se vio que no era así. Marx y otros estudiosos como Lukács hablaron entonces de la “falsa conciencia”, que implica que no existe una relación entre pertenecer a una clase social y desarrollar conciencia de esa clase. Esta falsa conciencia es un producto de la “alienación”, la cual significa que se puede pertenecer a la clase trabajadora y no tener la sensación de estar explotado o incluso defender los intereses de la clase explotadora. El sistema capitalista en el que nos encontramos hace que la sociedad burguesa generalice unas relaciones determinadas que reproducen la dominación sin que los trabajadores se den cuenta.

Pero ¿cómo hacen eso? ¿Cómo logran que el trabajador vote a un partido que va en contra de sus intereses?

Aquí entran los dos conceptos restantes. Gramsci definió el término “hegemonía” como: hacer que una clase sea la dominante mediante la reproducción de los valores de su ideología y haciendo que los explotados (en este caso los trabajadores) compartan los valores, ideología y cultura de la clase que les domina. Esto significa hacer que la clase a la que explotas piense como tú y crea que tus intereses son los mismos que los suyos. Es lo que sucede en España.

¿Y cómo lo logra? Pues mediante la superestructura. El marxismo dice que una sociedad está compuesta, básicamente, por 2 elementos: la estructura económica (o infraestructura, en nuestro caso el capitalismo) y la superestructura que evita que la primera se derrumbe. La superestructura se compone de todos los elementos culturales, políticos, jurídicos, religiosos, etc, de una sociedad. Ésta representa a la clase dominante y se utiliza para someter a la clase explotada (los medios de comunicación son una de sus mejores armas).

Pongo un ejemplo para aclarar esto. ¿Por qué se han criminalizado la PAH o las protestas del 22M y, sin embargo, se apoya a la oposición venezolana, que ha incendiado 15 universidades, 11 centros de salud y ha matado a decenas de personas? ¿Por qué se acepta según qué violencia?

Simplemente porque la PAH, las marchas del 22M y el gobierno venezolano defienden los intereses de la clase trabajadora (en mayor o menor medida) y, por lo tanto, están perjudicando a la clase dominante. Ésta ha de contraatacar y lo hace con las armas que tiene a su alcance. Gracias a los medios de comunicación, que están al servicio de los grandes empresarios (clase burguesa), muchos trabajadores españoles están en contra del gobierno de Nicolás Maduro. La clase trabajadora española se ha posicionado en contra de un gobierno democrático que defiende los intereses de los trabajadores venezolanos. Ojalá tuviésemos aquí un gobierno que ha entregado 500.000 viviendas a los trabajadores, en lugar de echarlos de sus casas y dejarlos con deudas impagables de por vida; o que ofrece estudios universitarios gratuitos, en lugar de echar a los estudiantes que no pueden pagarse la matrícula. Sin embargo, relacionamos al gobierno venezolano con una dictadura y con la represión y violación de los DDHH, mientras España acumula 77 condenas internacionales por sus reiterados incumplimientos de la legalidad internacional y los DDHH, pero eso no se cuenta en los medios de comunicación. También hay trabajadores que están en contra de las acciones de la PAH. Eso es no tener conciencia de clase porque se asume el discurso de los medios (o sea el de la clase dominante) como el único válido. La clase dominante ha logrado la llamada hegemonía. Lo mismo sucede con los trabajadores que votan al PP o al PSOE, entre otros. Han olvidado que los medios tiene propietarios cuyos intereses son contrarios a los suyos, pero asumen su discurso como el suyo propio.

Portada del último número de la revista Cafè amb llet. ¿Quién controla los medios?

Recapitulando. Las declaraciones de los grandes empresarios no son casuales. De hecho, son lógicas si tenemos en cuenta quiénes son y qué intereses defienden. Habrá muchas más. La lucha de clases está ahí. El verdadero problema es que los trabajadores han olvidado que son una clase social que tiene unos intereses determinados y no pueden luchar por ellos, ya que están dispersos y alienados por el discurso hipnotizante de la burguesía. No pueden responder con fuerza ante los grandes empresarios ni las políticas del gobierno. Si los trabajadores tuviesen la mitad de la conciencia de clase que tienen los grandes empresarios, estos no osarían hacer semejantes declaraciones, ya que, al día siguiente, tendrían una revolución obrera en las calles que les echaría del poder. Sin embargo, mientras la clase obrera (en su mayoría) siga dispersa y dormida en los laureles, pueden decir cuanto se les antoje.

Ya dijo José Luis Sampedro que “la gente no está loca, está manipulada”. Ejemplos de esta manipulación no faltan.





Toni Velasco


@avelasgar

domingo, 6 de abril de 2014

LA SEXTA NOCHE, ALFONSO ROJO Y EL CIRCO MEDIÁTICO DE LA POLÍTICA.


La Sexta Noche se ha convertido en un popular programa de tertulia política. Ada Colau, portavoz de la PAH, fue invitada ayer al susodicho programa, donde se vio las caras con algunos de los representantes de la fauna típica del mismo: los periodistas Paco Marhuenda, Eduardo Inda y Alfonso Rojo.

Creo que es fundamental comentar y no dejar pasar intervenciones como una de las realizadas la noche del sábado 5 de este mes por Alfonso Rojo, la cual es sólo una muestra de lo que vemos todos los días en los programas de tertulia y debate político que tan de moda se han puesto últimamente. Es cada vez más evidente en este tipo de programas la primacía de la audiencia sobre la búsqueda de la verdad o algo tan básico como es el respeto. Esta clase de tertulias se han convertido en una especie de circo, donde la humillación y la falacia están a la orden del día. No hay limites. Todo vale cuando el fin ultimo es crear polémica y aumentar la audiencia.

Vídeo de la trifulca entre Ada Colau y los tertulianos de la derecha. Alfonso Rojo interviene en el minuto 15.

La falta de argumentos sólidos deriva en la necesidad de desacreditar al contrincante por la vía de la descalificación personal (falacia ad hominem), dejando en un segundo plano el problema originario al cual se pretendía, en principio, encontrar una solución (lo que es la finalidad de un debate). Situaciones como la sucedida ayer entre Alfonso Rojo y Ada Colau son una clara muestra de este fenómeno, donde el tertuliano, incapaz de responder con coherencia, opta primero por la falacia y segundo por el insulto.

Una de las cosas que hizo Alfonso Rojo fue comparar el gasto en lotería o comidas de noche buena en España con la renta per cápita y el gasto en sanidad o en alimentación en los países africanos más pobres del mundo. ¿Quiere decirnos el periodista que, como en España se gasta más dinero en cosas “superfluas” que en Burundi o la República del Congo en productos de primera necesidad, debemos resignarnos y aceptar que nos recorten derechos o nos echen de nuestras viviendas? No es casual que sean siempre los que no sufren los recortes los que saquen estos temas. Para ellos España va bien cuando baja la prima de riesgo, aunque crezca la pobreza o la brecha entre ricos y pobres. Va bien porque no es la pobreza de los suyos la que aumenta. Va bien porque son sus riquezas las que aumentan, en detrimento, por supuesto, de los derechos de los trabajadores.

Si se produce esta desigualdad en el consumo entre países es por la expansión mundial del modo de producción capitalista que defiende el propio Rojo. En este modelo, cada país ocupa un lugar determinado (unos aportan las materias primas, otros la mano de obra barata, otros el consumo, etc) y son arrastrados por las exigencias del mismo. En los países africanos, el salario de los obreros sólo cubre lo necesario para la subsistencia (consumo productivo) ya que el mercado interno es inexistente. Todo se exporta a Europa o EEUU, entre otros lugares. Es ahí donde los salarios se destinan también al consumo y no únicamente a la subsistencia. Los trabajadores mantienen el sistema con parte de su salario. Por lo tanto, si en Occidente se consumiera únicamente lo necesario para la subsistencia, el modelo capitalista mundial se colapsaría (aunque eso pueda y vaya a suceder por otros elementos de este sistema contradictorio). Rojo no hace otra cosa que exponer las enormes y evidentes desigualdades que ha producido el sistema capitalista que a él tanto le gusta y se lo echa en cara a Ada Colau como argumento para defender su teoría de que España realmente “va bien”.

Parece que Alfonso Rojo no supiera que el hecho de comprar un billete de lotería o comer gambas en navidad no quiere decir que los españoles tengan un alto nivel adquisitivo. Esto lo puede deducir cualquier persona sin mayores explicaciones.

Tras el habitual repertorio de Rojo de falacias, comparaciones absurdas y declaraciones sin fundamento, el periodista pasó a hacer uso de la descalificación personal (utilizada habitualmente también por sus colegas Inda y Marhuenda ante la falta de argumentos sólidos). Las palabras exactas que el periodista emitió durante la acalorada discusión que mantenía con Ada Colau sobre la realidad económica de los españoles fueron: "Estás muy gordita para el hambre que se pasa". Con estas “desafortunadas” palabras, Rojo dejó en evidencia su falta de respeto y su profundo machismo, refiriéndose de forma despectiva al aspecto físico de su contrincante al verse incapaz de ofrecer una respuesta coherente. En un intento de humillar a Ada Colau se retrató a si mismo y a su absoluta carencia argumental.

No es la primera vez que un tertuliano de este programa o similares descalifica con total impunidad. El circo mediático ha alcanzado niveles insospechados con tal de aumentar la audiencia. Estamos asistiendo a la configuración de un nuevo formato televisivo en el cual el modelo “Salvame” se transporta al ámbito de la política. La finalidad es la misma: crear conflicto y polémica, trivializar los problemas o la realidad socio-política del país y mantener entretenida a la población.

Es importante que los ciudadanos que ven este tipo de programas se den cuenta de que los intereses que defiende Alfonso Rojo, Inda o Marhuenda entre otros, son los de la clase dominante, la que no está sufriendo los recortes pero que no se corta a la hora de quitar derechos a los que menos tienen. Esta élite utiliza todo lo que está a su alcance para que sus intereses no peligren y estos tertulianos son una de las muchas armas que tienen para mantener confundida a la población, evitando así que las cosas puedan llegar a cambiar.

Hay que recordar que Ada Colau y muchas otras personas de la PAH llevan 5 años luchando contra una ley hipotecaria totalmente desalmada que sólo existe en nuestro país. Una ley que permite que la deuda hipotecaria se adquiera con la persona y no con el inmueble. Una ley que, en el caso de perder la casa (como si no fuese suficiente drama), mantiene una deuda impagable de por vida. Si más españoles fuésemos como las personas que conforman la PAH y luchásemos contra las injusticias que se cometen cada día en nuestro país, a diferencia de muchos de los inmorales "cagatinta" portavoces del poder que aparecen en La Sexta Noche, los cuales se dedican a ir de plató en plató soltando barbaridades, recibiendo dinero público para sus periódicos privados y criticando toda acción ciudadana legítima, quizás entonces podríamos construir un país más justo para todos.


¡Ánimos Ada Colau! La lucha está en las calles y no en un plató de tele-basura.




Silvia Perelló (@silvia_perrello) y Toni Velasco (@avelasgar)