sábado, 28 de octubre de 2017

EL MOMENTO PARA ACABAR CON EL RÉGIMEN DEL 78

El procès alcanzó ayer su punto culminante al proclamar el Parlament la República de Catalunya. Al tiempo que dentro del edificio se cantaba Els Segadors (La CUP con el puño en alto), la multitud congregada afuera estallaba en aplausos de regocijo y lágrimas de emoción. El gobierno de Madrid ya ha puesto en marcha el temible 155 y, al parecer, Soraya Sáez de Santamaría sería la escogida para ocupar el puesto de Puigdemont. Se habla, asimismo, de un gobierno catalán paralelo instalado en la sombra, por lo que es complicado, por todo lo que viene y lo que vendrá, aventurar qué puede llegar a suceder.

Lo que sabemos a ciencia cierta es que se le ha asestado un poderoso golpe al régimen del 78, quizás el más fuerte desde que este fuera implantado. Si alguna vez hubo una posibilidad de que este cayera en favor de algo mejor, es esta. Los medios de comunicación sacan las garras y enseñan los dientes, defendiendo las medidas inquisitoriales puestas en marcha por el gobierno del PP a toda costa, hablando de traición a la Constitución, aduciendo que debe respetarse la legalidad, que debe imponerse la ley. Las oligarquías mueven también ficha, metiendo el miedo en el cuerpo de la gente que teme perder su empleo o sus ahorros, para que antepongan estos a sus principios y sus derechos fundamentales. Las patas que sostienen el régimen actúan como un animal acorralado y temeroso que ve abrirse una tímida posibilidad de perder su poder de dominación, aunque este poder es todavía muy elevado. Todavía no se ha conseguido nada. Sin embargo, ha llegado el momento de que los demás pueblos del Estado español salgan, no solo a defender la República catalana por solidaridad democrática, sino a reclamar la República española; es el momento de salir a defender la democracia, a asestar el golpe de gracia al régimen que es hoy más débil que nunca.

Desde los organismos mediáticos a sueldo del poder se habla de que debe imponerse la ley. Pero yo me pregunto cómo puede imponerse una ley injusta y pretender que se obedezca para siempre. Claro que hay que cumplir las leyes, pero estas, para que se cumplan, deben ser legítimas, deben representar a la sociedad, no someterla ni humillarla. Una ley injusta no puede imponerse a alguien que ha decidido rebelarse contra ella porque lo hará de nuevo, y todavía menos puede imponerse una ley injusta a millones de personas que se manifiestan pacíficamente y que lo único que quieren es votar. Los independentistas, como bien dijo Albano Fachín en el Parlament, no van a desaparecer porque Rajoy aplique el 155. La realidad catalana es la que es, y no se solucionará imponiendo nada, sino de otra forma.

Otra muletilla que sueltan día tras día, a todas horas, es la de que hay que respetar la legalidad. Esto no tiene porqué ser falso, como dije antes, si la legalidad es respetable. Sin embargo, ¿de qué legalidad hablan? ¿Esa que permite decenas de desahucios cada día, algunos de los cuales terminan en suicidio? ¿Esa que permite que los bancos nos roben 40.000 millones de euros con total impunidad después de que nos prometieran que nos los devolverían? ¿Esa que permite gobernar al partido más corrupto de Europa, con casi 1000 imputados a sus espaldas, y cuya corrupción nos cuesta miles y miles de millones de euros al año? ¿Esa que expulsa a los jóvenes porque es incapaz de darles un trabajo digno? ¿La legalidad de los recortes en sanidad, educación y servicios sociales? ¿La legalidad de los pobres cada vez más pobres y los más ricos cada vez más ricos? ¿Esa que nombra jefe de Estado a un monarca que da lecciones de democracia sin haber sido votado por nadie? El pueblo no debería respetar una legalidad que lo que hace es ponerle una soga al cuello durante todos los días de su vida, y, con humildad, muchos catalanes ya hemos dicho basta.

También se dice que Puigdemont ha traicionado la Constitución. ¿Pero acaso le debemos lealtad a un papelucho que fue firmado por unos pocos señores bajo la mirada de unos militares siniestros que amenazaban con imponer de nuevo una dictadura si no se aceptaba? ¿Qué clase de país puede asentarse sobre semejantes y grotescos cimientos? Ni el pueblo catalán, ni el vasco, ni el español ni ninguno le debe lealtad a semejante aberración. Esa Constitución solo ha servido para que los que secuestraron, torturaron, condenaron y asesinaron durante en el franquismo gozaran de impunidad a partir de 1978, ha servido para convertir al histórico PCE en un partido residual, para que las mismas estructuras sigan funcionando del mismo modo que hace 80 años, beneficiando a las mismas élites políticas y económicas. Pero ya basta de sumisión. Esa Constitución pudo servir en el contexto histórico de la transición, pero han pasado décadas desde entonces y se nos queda pequeña. Es hora de evolucionar.

Lo que más me entristece es la actitud que estoy viendo en el seno de la (verdadera) izquierda española, esa izquierda que lleva 40 años intentando derribar el régimen que hoy se lame las heridas gracias al independentismo catalán. En lugar de celebrar este logro histórico y aprovechar el tirón para empujarlo con nosotros hasta el abismo, se llevan las manos a la cabeza y se ponen del lado de la “legalidad”. ¿Acaso los partidos independentistas no llevan años pidiendo un referéndum, ante el ninguneo de Madrid? ¿Acaso lo que le hicieron al Estatut votado por los catalanes no fue simple y llanamente para humillarnos? ¿Qué debemos hacer, esperar a que se haga la revolución en España? Lo siento pero, echando un vistazo a las cifras y al contexto histórico en el que estamos, eso no va a suceder ni a corto ni a medio plazo.

Los marxistas deben basar sus análisis en la realidad material, no en los castillos de aire levantados sobre sus ideas acerca de cómo les gustaría que fuera el mundo. La realidad es que España no va a permitir un referéndum pactado, no se va a echar a Rajoy del gobierno ni el proyecto que plantea la izquierda es viable. Ahí están los números. Puede consultarse el mapa de las últimas elecciones, donde, con la excepción de Catalunya, Euskadi y 2 provincias andaluzas, lo que había era una masa desoladora de azul. Esa izquierda debería estar celebrando el golpe que se le está asestando al régimen que dicen combatir porque abre una pequeña rendija por la que pueden colarse y llevar a cabo su proyecto republicano y democrático, en lugar de escandalizarse y equiparar bandos como igualmente responsables de lo que está sucediendo, cuando eso no es cierto.

Las masas han salido a la calle en Catalunya para reclamar su futuro, porque nos hemos cansado de pedirle permiso a un muro, ¿harán lo mismo en el resto de España o se apoyarán las actuaciones totalitarias del gobierno central? Lo sabremos muy pronto.

EMOCIÓN Y ANGUSTIA

Desde el pasado 1 de Octubre, confieso que me siento embargado por dos sentimientos que se complementan el uno al otro: la emoción y la angustia.

Como el científico de pelo largo y expresión algo chiflada de la película Independence Day (la primera, la antigua), siento que estos últimos días han sido emocionantes, aunque es posible que todo se esté viniendo abajo (y no debido a inteligentes extraterrestres con poderes sensoriales precisamente), que estemos atravesando fronteras a las cuales quizás sea imposible retroceder, dinamitando puentes que quizás no puedan volver a construirse.

Estamos ante una larga partida de ajedrez sin precedentes en el estado español y en la que nunca había visto moverse tantas piezas, de ahí viene mi emoción como friki de la política y la historia que soy (hay frikis para todo, qué le vamos a hacer).

¿En qué consisten estos movimientos? Bien, antes que nada, decir que las situaciones de crisis como la que tantos años lleva sufriendo España son el mejor catalizador para los cambios históricos (por algo dijo Bertolt Brecht que las revoluciones se producen, generalmente, en los callejones sin salida) y que los Estados , y en su defecto, las leyes (el derecho), según la concepción marxista de ver y analizar la realidad, simplemente son estructuras levantadas por la clase dominante en una sociedad para defender sus intereses de clase, sus privilegios, su hegemonía (como dijo Gramsci: El derecho no expresa toda la sociedad, sino la clase dirigente, que "impone" a toda la sociedad las normas de conducta que están más ligadas a su razón de ser y a su desarrollo).

Decía que siento emoción porque veo en la actualidad procesos históricos que hasta hace poco solo había visto en los libros. A mi parecer, el conflicto catalán se asemeja más al proceso de independencia de una colonia de su metrópolis que, por ejemplo, una revolución de clase. Creo que es importante comprender esto, especialmente para ciertos sectores de la izquierda a los que veo algo perdidos y observándolo todo a demasiada distancia. No digo que Catalunya sea una colonia de España, digo que se asemejan las acciones que se están sucediendo estos días con los procesos de liberación nacional llevados a cabo por las antiguas colonias.

Ocurría en estos casos que, debido al comercio y la progresiva acumulación de capital por parte de una pequeña parte de las poblaciones que habitaban en las colonias (ya fueran los colonos ingleses en EE.UU. o algunos indios en la antigua India británica), poco a poco terminó por conformarse una burguesía nacional en estos lugares que, llegado el momento (crisis en el imperio sumado a revueltas y descontento en la colonia debido a los impuestos, entre otros) se unió a las clases obreras de las colonias para pelear por la independencia. Sin embargo, los intereses de la clase burguesa, aunque pueden coincidir en momentos como estos con los de las clases populares, pueden cambiar rápidamente porque esta es una clase que se encuentra en una situación intermedia entre la oligarquía y la clase trabajadora (es decir, aspiran y desean ser oligarquía y por eso se encuentran a gusto pactando con ella). La burguesía catalana, básicamente representada por la antigua CiU, se ha rebelado contra la oligarquía española al entenderse con fuerzas como ERC y hasta la CUP para proclamar la independencia, aunque como digo es posible que sus intereses cambien y abandone la lucha si cree que no le beneficiará lo suficiente o si alcanza un acuerdo con los poderes políticos y económicos españoles. Desde una perspectiva marxista se podría simplificar diciendo que los enemigos de clase de las colonias pueden unirse momentáneamente para pelear un enemigo mayor, para liberarse de su opresión tiránica (unos enfrentan la opresión económica, otros la física). No comprendo, después de analizar esto, por qué hay sectores de la izquierda que no apoyan al pueblo catalán arguyendo que este movimiento está liderado por la burguesía. ¿Acaso hubo algún movimiento de este tipo que no estuviera apoyado por esta?

Está, por otro lado, la respuesta del Estado, de la “metrópolis” y las patas que lo sostienen, convertida en distintas acciones: desde las judiciales y las represoras por parte de los equipos policiales, hasta las ideológicas y propagandísticas, de las cuales se encargan los medios de comunicación de masas. Tenemos, además, la respuesta de la oligarquía, las transnacionales, el poder económico, la clase dominante realmente, que mueve ficha buscando meter miedo a la población para que renuncie a sus derechos de soberanía, apoyando el relato de: o nosotros o la hecatombe. Y es que la política es eso, construir hegemonía contraponiendo relatos, interpretaciones de la realidad que no tienen porqué ser reales, sino que tienen por misión convencer a las masas, despertar sus emociones, instintos, incluido, por desgracia, el odio. En esta partida de ajedrez se ha movido incluso el rey, que salió a defender a las élites a las que sirve, como las sirvió su padre.

Siento, como dije, junto a la emoción, una pesada angustia que en ocasiones me sacude de arriba abajo, y es que si hay algo que caracteriza el presente es su incertidumbre, y si hay algo que caracteriza al ser humano, además de su violencia y su naturaleza social, quizás sea su miedo a que esa incertidumbre termine por arrebatarle lo poco que ha logrado reunir durante toda su vida. El miedo es un arma poderosa y los dirigentes políticos lo saben desde hace mucho, por eso se utiliza sin parar para conducir y domesticar las mentes de las masas.

Se han dado movimientos estratégicos que buscan deliberadamente generar miedo en la población catalana para que abandone sus ansias de independencia, como por ejemplo el de la oligarquía moviendo sus sedes fuera de Catalunya (acto meramente administrativo que no cambia nada, pero que los medios se han encargado de exagerar); o acudir a la extrema derecha, la cual goza de total impunidad para sembrar el terror como hemos podido ver en Barcelona o Valencia. Suele decirse que el capitalismo acude al fascismo cuando se ve acorralado, y creo que estamos asistiendo a la prueba tangible de que tal afirmación es cierta. Eso da miedo, es un problema muy grave, porque a su vez la extrema derecha actúa desde la ignorancia, lo que genera primero miedo y después odio y violencia desatada. Darle alas al fascismo es avivar un fuego que puede tornarse tan dañino como incontrolable, puede convertirse en una explosión sin precedentes en España, y a eso juega el gobierno de Rajoy, que sabe esto perfectamente pero que no duda en elevar el volumen de sus amenazas (tenemos el claro ejemplo de Pablo Casado y la referencia a Companys entre muchas otras). Creo de veras que Rajoy y los suyos, al alentar al nacionalismo español más exacerbado e incluso grotesco, están mandando un mensaje nada sutil a Catalunya: tenemos en nuestro haber a miles de ultranacionalistas derechistas, de nazis en definitiva, y no dudaremos en utilizarlos porque gozamos de impunidad, porque nuestros medios trabajarán para que parezca que toda la culpa es vuestra. Y, ojo, ese fascismo que hoy aprieta los dientes siempre estuvo ahí, agazapado, latente, escondido en su cueva; y si hay algo que podemos agradecerle al movimiento independentista catalán ha sido hacer que a la supuestamente democrática España se le caiga la careta. ¿Estaremos asistiendo al entierro del régimen del 78?

Estamos, en definitiva, en un callejón que se estrecha cada vez más, un callejón que no sabemos si nos lleva a algún lugar que no sea un abismo, un callejón del que parece va a ser imposible salir sin sufrir daños. La escalada de tensión es brutal. Con la DUI en Stand by se desatarán todavía más movimientos en esta partida de ajedrez y más emoción y angustia en mi humilde persona.



@avelasgar

1-O: DEMOCRACIA Y MOMENTO HISTÓRICO

Los titubeos se han terminado, las palabras con doble sentido ya son cosa del pasado, se han extinguido las sonrisas entrecortadas y los mensajes de cautela. El gobierno de Catalunya y el de España ya no son como esas personas que a principios de verano se detienen junto a la orilla del mar a examinar con recelo la temperatura del agua; no se adentran con lentitud, midiendo cada paso, apretando los dientes y estirando los músculos. Nos hemos metido de cabeza hasta lo más profundo del conflicto y no parece posible la vuelta atrás. Ya no hay retroceso que valga. Estamos bien mojados (con el agua al cuello si se quiere), ambos bandos, unos, enarbolando la Constitución del 78, aferrándose a ella y a sus dogmas prehistóricos, entrando a edificios gubernamentales catalanes, deteniendo y sancionando a políticos independentistas, requisando material para el 1-O y mandando a miles de policías en barco a custodiar “la democracia española”; otros desafiando al régimen que huele demasiado a podredumbre, lanzándose a las calles en masa (como dicen en las CUP: con el puño en alto y una sonrisa) con la voluntad de desechar lo antiguo, de democratizar la política y fortalecer los derechos sociales ejerciendo el principio universal en el cual se asienta la democracia, es decir el derecho al voto, y señalando lo que es evidente: que los asuntos políticos no se solucionan mandando a la policía, se solucionan con la política.

Rajoy y los suyos se amparan en la ilegalidad del referéndum como único argumento, de la imposibilidad de llevarlo a cabo según la Constitución del 78 (esa Constitución que, sin embargo, modifican de inmediato cuando lo ordena Merkel); el gobierno de Puigdemont junto a la gran parte de la sociedad catalana (se estima que un 80% de esta desea votar), no obstante, aluden al derecho fundamental de autodeterminación de los pueblos. Es la eterna lucha entre el inmovilismo y progresismo, entre esos que quieren que nada cambie y los que quieren avanzar, entre lo antiguo y lo nuevo.

Creo que no puede uno considerarse demócrata, primero, sin ser antifascista, y segundo, sin respetar el derecho a la autodeterminación de los pueblos. Los que se escudan en la ilegalidad como único argumento, como el gobierno de Rajoy, tienen las de perder porque no han entendido nada. La ley no es sinónimo de justicia. El progreso conlleva que la ciudadanía adquiera derechos progresivamente, no al revés. Por eso ayer eran ilegales muchas cosas que hoy son de sentido común para todos. Hoy es legal el voto femenino e ilegal la esclavitud, por ejemplo. Las leyes cambian, evolucionan junto con la sociedad, de otro modo seguiríamos todavía en la edad de piedra. No dejo de preguntarme cuál es el plan de los inmovilistas. ¿Acaso pretenden seguir así eternamente? ¿Qué pretenden hacer con toda la gente que ha salido a la calle a pedir que les dejen votar?  Catalunya no es un perro al que se puede tener atado en un rincón ni la relación entre España y Catalunya es la de un matrimonio de hace 200 años, donde el hombre sometía a la mujer sin que nada ocurriera, como algo natural. Los tiempos han cambiado y exigen altura de miras. Hoy Catalunya es un cazo de agua hirviendo a toda potencia y de nada sirve ponerle una tapa encima y esperar que el agua no se desborde. Es muy importante tener en cuenta, además, que no todos los que desean votar son independentistas. ¿No es de sentido común pactar un referéndum y ver qué opinan los catalanes en su conjunto y ver qué hacer a partir de entonces? El inmovilismo del PP no resiste un análisis mínimamente riguroso de la actualidad. Sin embargo, es cierto que si se habla del conflicto catalán no se habla de corrupción y eso viene muy bien a Rajoy. Es algo natural en un gobierno corrupto el crear un enemigo donde no lo hay para tapar las vergüenzas y los hedores de la corrupción. Sin embargo, aunque este enroque beneficie en principio al PP, creo que hace días que se le ha empezado a ir de las manos, y las consecuencias pueden ser devastadoras.

No debemos olvidar que las raíces del PP se hunden en el franquismo (Manuel Fraga fue ministro de Franco y fundador de AP, padre del actual PP, y desde 1990 ocupó el cargo honorífico de presidente-fundador del PP), de esa España que “es una y no cincuenta y una”, de la España “una, grande y libre”. Eso, aunque se haya intentado tapar durante las últimas décadas, sale a relucir hoy con la fuerza del instinto más primario porque está en su naturaleza, porque el pasado puede difuminarse en ciertos momentos, pero no para siempre. La Constitución del 78 bebe de la misma fuente, de la misma agua estancada, aunque algunos se desgañiten repitiendo que la transición española fue modélica, lo cierto es que era eso o los tanques, eso o la oscuridad de nuevo, y puede que entonces se firmara con miedo, con resignación y con cierto espanto, pero tras cuarenta años, tal y como se está viendo en las calles, ese miedo ha desaparecido.

El referéndum, repito, es la única salida al conflicto, porque el pueblo catalán se ha echado a la calle a pedirlo de forma pacífica (aunque siempre hay algunas excepciones), con una sonrisa y ganas de renovar el país, de hablar de eso que tanto se ha evitado hablar en España y que no debería darnos vergüenza hablar: el encaje territorial de los distintos pueblos que conviven en España dentro (o fuera) de esta. La realidad, aunque cerremos los ojos y nos obcequemos, es la que es y hay que enfrentarse a ella, sin pataletas, sin nostalgias, sin amenazas. El presente exige valentía y altura de miras, no inmovilismo y una policía que haga el trabajo sucio que deben llevar a cabo los líderes políticos escogidos por la ciudadanía. Debemos ir a votar, cada uno lo que crea, faltaría más, con ilusión y la cabeza fría.

El 1-O es, en definitiva, una movilización del pueblo catalán que quiere decidir su futuro con libertad y sin miedo. El Estado español no se aparta de la palabra ilegalidad, actuando de una forma irresponsable solo vista en episodios del pasado que muchos creían superados, y la única solución parece estar en un referéndum, pues, ilegal y carente de todas las garantías que debería tener. Es decir un referéndum no vinculante en términos jurídicos. Esto es algo que no gusta a ciertos sectores de la izquierda que sí están por el derecho a decidir, sin embargo, ¿acaso existe un horizonte en el que pueda imaginarse un referéndum legal? ¿Acaso alguien cree que el PP va a cambiar su postura, que va a traicionar a su pasado? Podemos asegura que ellos están a favor de pactar un referéndum, pero tanto PSOE como C's se han puesto del lado de Rajoy (con mayor o menor entusiasmo, pero así ha sido) conformando una poderosa mayoría, de modo que, ¿qué opción tenemos en Catalunya? La reelección de Pedro Sánchez como Secretario General ha elevado de nuevo la intención de voto del PSOE y estancado la de Podemos, lo que dificulta más si cabe toda posibilidad de que los morados alcancen el gobierno central en unas hipotéticas elecciones anticipadas y se pueda pactar una consulta en Catalunya. De modo que, ¿qué debemos hacer sino pelear hoy por votar aunque sea como un mero acto de protesta para seguir presionando al gobierno?

Por otro lado, y ya para terminar, es cierto que a parte de la izquierda catalana le cuesta posicionarse del mismo bando que PDeCAT, partido corrupto como pocos y que representa a gran parte de la derecha catalana, y es normal en cierto modo, porque además de lo que representa, este partido así como algunos de sus seguidores ha sido muy crítico con líderes de la izquierda catalana como Ada Colau. Muchos señalan que no piensan tomar parte en la votación del 1-O en rechazo a la corrupción de PDeCAT. Sin embargo, pienso que el momento histórico actual requiere de una visión estratégica, requiere ver las cosas con perspectiva y con serenidad. El referéndum no tiene nada que ver con PdeCAT sino con la sociedad catalana en su conjunto y con la democracia más elemental. El referéndum es un acto de insurrección contra el régimen borbónico del 78, surgido de las cenizas del franquismo, que por momentos parece tambalearse. La izquierda revolucionaria no debe olvidar quién es su enemigo de clase (tanto en España como en Catalunya) pero es cierto que debemos posicionarnos, y si no lo hacemos en favor del referéndum indirectamente nos ponemos del lado de la represión del Rajoy y del régimen del 78. Participar y ponerse en el mismo bando que PDeCAT en este momento puntual no significa justificar ni que de pronto seamos compañeros del alma de la burguesía catalana, significa aceptar que primero debemos conformar la República Catalana y después luchar para que sea una República Socialista.

Queda apenas una semana para el 1-O pero, viendo el transcurrir de los acontecimientos, puede ser todavía mucho tiempo. Quién sabe qué sucederá hasta el día del referéndum. Sin embargo, debemos congratularnos de que el pueblo catalán haya salido a la calle a defender la democracia y sus derechos fundamentales, dando una lección al mundo entero. Creo que eso ya es una victoria.


@avelasgar