sábado, 28 de octubre de 2017

1-O: DEMOCRACIA Y MOMENTO HISTÓRICO

Los titubeos se han terminado, las palabras con doble sentido ya son cosa del pasado, se han extinguido las sonrisas entrecortadas y los mensajes de cautela. El gobierno de Catalunya y el de España ya no son como esas personas que a principios de verano se detienen junto a la orilla del mar a examinar con recelo la temperatura del agua; no se adentran con lentitud, midiendo cada paso, apretando los dientes y estirando los músculos. Nos hemos metido de cabeza hasta lo más profundo del conflicto y no parece posible la vuelta atrás. Ya no hay retroceso que valga. Estamos bien mojados (con el agua al cuello si se quiere), ambos bandos, unos, enarbolando la Constitución del 78, aferrándose a ella y a sus dogmas prehistóricos, entrando a edificios gubernamentales catalanes, deteniendo y sancionando a políticos independentistas, requisando material para el 1-O y mandando a miles de policías en barco a custodiar “la democracia española”; otros desafiando al régimen que huele demasiado a podredumbre, lanzándose a las calles en masa (como dicen en las CUP: con el puño en alto y una sonrisa) con la voluntad de desechar lo antiguo, de democratizar la política y fortalecer los derechos sociales ejerciendo el principio universal en el cual se asienta la democracia, es decir el derecho al voto, y señalando lo que es evidente: que los asuntos políticos no se solucionan mandando a la policía, se solucionan con la política.

Rajoy y los suyos se amparan en la ilegalidad del referéndum como único argumento, de la imposibilidad de llevarlo a cabo según la Constitución del 78 (esa Constitución que, sin embargo, modifican de inmediato cuando lo ordena Merkel); el gobierno de Puigdemont junto a la gran parte de la sociedad catalana (se estima que un 80% de esta desea votar), no obstante, aluden al derecho fundamental de autodeterminación de los pueblos. Es la eterna lucha entre el inmovilismo y progresismo, entre esos que quieren que nada cambie y los que quieren avanzar, entre lo antiguo y lo nuevo.

Creo que no puede uno considerarse demócrata, primero, sin ser antifascista, y segundo, sin respetar el derecho a la autodeterminación de los pueblos. Los que se escudan en la ilegalidad como único argumento, como el gobierno de Rajoy, tienen las de perder porque no han entendido nada. La ley no es sinónimo de justicia. El progreso conlleva que la ciudadanía adquiera derechos progresivamente, no al revés. Por eso ayer eran ilegales muchas cosas que hoy son de sentido común para todos. Hoy es legal el voto femenino e ilegal la esclavitud, por ejemplo. Las leyes cambian, evolucionan junto con la sociedad, de otro modo seguiríamos todavía en la edad de piedra. No dejo de preguntarme cuál es el plan de los inmovilistas. ¿Acaso pretenden seguir así eternamente? ¿Qué pretenden hacer con toda la gente que ha salido a la calle a pedir que les dejen votar?  Catalunya no es un perro al que se puede tener atado en un rincón ni la relación entre España y Catalunya es la de un matrimonio de hace 200 años, donde el hombre sometía a la mujer sin que nada ocurriera, como algo natural. Los tiempos han cambiado y exigen altura de miras. Hoy Catalunya es un cazo de agua hirviendo a toda potencia y de nada sirve ponerle una tapa encima y esperar que el agua no se desborde. Es muy importante tener en cuenta, además, que no todos los que desean votar son independentistas. ¿No es de sentido común pactar un referéndum y ver qué opinan los catalanes en su conjunto y ver qué hacer a partir de entonces? El inmovilismo del PP no resiste un análisis mínimamente riguroso de la actualidad. Sin embargo, es cierto que si se habla del conflicto catalán no se habla de corrupción y eso viene muy bien a Rajoy. Es algo natural en un gobierno corrupto el crear un enemigo donde no lo hay para tapar las vergüenzas y los hedores de la corrupción. Sin embargo, aunque este enroque beneficie en principio al PP, creo que hace días que se le ha empezado a ir de las manos, y las consecuencias pueden ser devastadoras.

No debemos olvidar que las raíces del PP se hunden en el franquismo (Manuel Fraga fue ministro de Franco y fundador de AP, padre del actual PP, y desde 1990 ocupó el cargo honorífico de presidente-fundador del PP), de esa España que “es una y no cincuenta y una”, de la España “una, grande y libre”. Eso, aunque se haya intentado tapar durante las últimas décadas, sale a relucir hoy con la fuerza del instinto más primario porque está en su naturaleza, porque el pasado puede difuminarse en ciertos momentos, pero no para siempre. La Constitución del 78 bebe de la misma fuente, de la misma agua estancada, aunque algunos se desgañiten repitiendo que la transición española fue modélica, lo cierto es que era eso o los tanques, eso o la oscuridad de nuevo, y puede que entonces se firmara con miedo, con resignación y con cierto espanto, pero tras cuarenta años, tal y como se está viendo en las calles, ese miedo ha desaparecido.

El referéndum, repito, es la única salida al conflicto, porque el pueblo catalán se ha echado a la calle a pedirlo de forma pacífica (aunque siempre hay algunas excepciones), con una sonrisa y ganas de renovar el país, de hablar de eso que tanto se ha evitado hablar en España y que no debería darnos vergüenza hablar: el encaje territorial de los distintos pueblos que conviven en España dentro (o fuera) de esta. La realidad, aunque cerremos los ojos y nos obcequemos, es la que es y hay que enfrentarse a ella, sin pataletas, sin nostalgias, sin amenazas. El presente exige valentía y altura de miras, no inmovilismo y una policía que haga el trabajo sucio que deben llevar a cabo los líderes políticos escogidos por la ciudadanía. Debemos ir a votar, cada uno lo que crea, faltaría más, con ilusión y la cabeza fría.

El 1-O es, en definitiva, una movilización del pueblo catalán que quiere decidir su futuro con libertad y sin miedo. El Estado español no se aparta de la palabra ilegalidad, actuando de una forma irresponsable solo vista en episodios del pasado que muchos creían superados, y la única solución parece estar en un referéndum, pues, ilegal y carente de todas las garantías que debería tener. Es decir un referéndum no vinculante en términos jurídicos. Esto es algo que no gusta a ciertos sectores de la izquierda que sí están por el derecho a decidir, sin embargo, ¿acaso existe un horizonte en el que pueda imaginarse un referéndum legal? ¿Acaso alguien cree que el PP va a cambiar su postura, que va a traicionar a su pasado? Podemos asegura que ellos están a favor de pactar un referéndum, pero tanto PSOE como C's se han puesto del lado de Rajoy (con mayor o menor entusiasmo, pero así ha sido) conformando una poderosa mayoría, de modo que, ¿qué opción tenemos en Catalunya? La reelección de Pedro Sánchez como Secretario General ha elevado de nuevo la intención de voto del PSOE y estancado la de Podemos, lo que dificulta más si cabe toda posibilidad de que los morados alcancen el gobierno central en unas hipotéticas elecciones anticipadas y se pueda pactar una consulta en Catalunya. De modo que, ¿qué debemos hacer sino pelear hoy por votar aunque sea como un mero acto de protesta para seguir presionando al gobierno?

Por otro lado, y ya para terminar, es cierto que a parte de la izquierda catalana le cuesta posicionarse del mismo bando que PDeCAT, partido corrupto como pocos y que representa a gran parte de la derecha catalana, y es normal en cierto modo, porque además de lo que representa, este partido así como algunos de sus seguidores ha sido muy crítico con líderes de la izquierda catalana como Ada Colau. Muchos señalan que no piensan tomar parte en la votación del 1-O en rechazo a la corrupción de PDeCAT. Sin embargo, pienso que el momento histórico actual requiere de una visión estratégica, requiere ver las cosas con perspectiva y con serenidad. El referéndum no tiene nada que ver con PdeCAT sino con la sociedad catalana en su conjunto y con la democracia más elemental. El referéndum es un acto de insurrección contra el régimen borbónico del 78, surgido de las cenizas del franquismo, que por momentos parece tambalearse. La izquierda revolucionaria no debe olvidar quién es su enemigo de clase (tanto en España como en Catalunya) pero es cierto que debemos posicionarnos, y si no lo hacemos en favor del referéndum indirectamente nos ponemos del lado de la represión del Rajoy y del régimen del 78. Participar y ponerse en el mismo bando que PDeCAT en este momento puntual no significa justificar ni que de pronto seamos compañeros del alma de la burguesía catalana, significa aceptar que primero debemos conformar la República Catalana y después luchar para que sea una República Socialista.

Queda apenas una semana para el 1-O pero, viendo el transcurrir de los acontecimientos, puede ser todavía mucho tiempo. Quién sabe qué sucederá hasta el día del referéndum. Sin embargo, debemos congratularnos de que el pueblo catalán haya salido a la calle a defender la democracia y sus derechos fundamentales, dando una lección al mundo entero. Creo que eso ya es una victoria.


@avelasgar

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