sábado, 15 de febrero de 2014

DEMOCRACIA MODERNA: ¿PROGRESO O RETROCESO?

Son muchas las voces que proclaman la superación del autoritarismo en el mundo occidental actual y se jactan de haber instaurado la mejor de las democracias posibles, pero si nos planteáramos simplemente comparar ésto que algunos siguen empecinados en llamar “democracia” con aquel sistema al cual, en sus orígenes, hacia referencia ésta palabra (con sus defectos y virtudes) podremos llegar a hacernos una idea de hasta que punto hemos involucionado.

Lo que hoy en día es considerado “democracia” en la mayoría de los países occidentales, es de carácter representativo. Este modelo ha dado lugar a la perdida progresiva por parte de los ciudadanos de incidencia en el terreno político, para acabar reduciendo su intervención a la elección de un partido político (cada cuatro años), el cual de esta manera queda habilitado para tomar decisiones de cualquier índole durante el transcurso de su mandato, sin estar obligado bajo ningún concepto a consultar la opinión ciudadana.

Si decidimos realizar esta comparación, debemos remontarnos primeramente a la procedencia etimológica de la susodicha palabra: “democracia” es un término que proviene del griego y significa “poder del pueblo”. El ejemplo clásico de la democracia antigua es el de la democracia ateniense, por ser de las más poderosas y mejor organizadas de la época. Fue fundada por Clístenes en el año 510 a.C. y llegó a consolidarse bajo el gobierno de Perícles.

La democracia ateniense era directa, es decir que el pueblo era el que tomaba las decisiones políticas por medio de las asambleas. Cualquier ciudadano ateniense podía participar en las asambleas y la participación política era considerada como un deber ciudadano.

La mayoría de los funcionarios del gobierno eran elegidos por medio de sorteos, dicho procedimiento era considerado el más democrático para elegir cargos públicos, ya que de este modo no se veían favorecidos los ricos o famosos, sino que cualquier ciudadano ateniense tenía las mismas posibilidades de acceder a los cargos. Además, de esta manera se evitaba la posibilidad de que se comprasen votos. El voto, por otro lado era reservado para escoger los cargos más importantes y minoritarios. Los funcionarios sólo podían ejercer su cargo una vez en toda su vida, así evitaban la profesionalización y hacían primar la implicación de los ciudadanos.

La democracia actual a diferencia de la clásica, es representativa, es decir que los ciudadanos en lugar de tomar nuestras propias decisiones políticas de forma directa por medio de consensos, elegimos a un determinado partido político para que éste tome las decisiones por nosotros. Dichos partidos -en el caso de nuestro país- se presentan a las elecciones con una lista cerrada de candidatos, esto quiere decir que tenemos que votar al partido en su conjunto y tampoco tenemos la posibilidad de influir en el orden de dichos candidatos.

Fortuitamente, gracias a las múltiples luchas sociales que se han sucedido a lo largo de la historia, el derecho al sufragio se ha vuelto universal, ya no esta restringido a ninguna raza, sexo o condición social determinada, como sucedía en la antigua Grecia.

La democracia actual, aunque no es directa como la ateniense, ampara ciertos procesos en los cuales los ciudadanos pueden ejercer una mayor participación, como los plebiscitos -mediante los cuales los ciudadanos podemos aprobar o rechazar ciertas leyes- y por otro lado, las iniciativas legislativas populares. El problema en nuestro caso es que ni los plebiscitos ni las iniciativas legislativas son vinculantes, esto quiere decir que aunque los ciudadanos tomemos una decisión mayoritaria, el gobierno de turno se reserva la decisión de obedecer o no cualquier iniciativa o plebiscito.

Por otro lado, en nuestro sistema de gobierno aunque mayoritariamente los cargos públicos son elegidos por sufragio, existen ciertos cargos llamados “de confianza” que no son elegidos por votación popular, sino “a dedo”. Este hecho y el de la no vinculación, ponen en entredicho nuestro verdadero papel en el proceso democrático y el significado mismo de la palabra democracia como poder del pueblo. A su vez, los partidos políticos que se presentan a las elecciones, lo hacen con un determinado programa político confeccionado, dicho programa tampoco es vinculante una vez que un partido llega al poder. Esto provoca el hecho de que ciertos partidos alcancen el poder con programas que más tarde no llevan adelante -ya que tampoco están obligados a cumplirlos- y que en muchos casos, puedan hacer exactamente lo contrario de lo que proponían en sus campañas electorales sin ningún tipo de sanción y mucho menos una destitución. Esto contrasta con la democracia ateniense, en la cual los funcionarios que no cumplían sus funciones correctamente eran castigados con severidad, ya que eran considerados empleados y no representantes.

La democracia ateniense era un modelo de vida basado en la libertad, la igualdad y la justicia, modelo que a su vez protegía los intereses de la mayoría por sobre las minorías. Dicho aspecto contrasta ligeramente con la democracia actual que, aunque en sus bases pueda constar dicha obligación, a menudo parece ser que ciertas minorías poderosas tuviesen mayor influencia en las decisiones políticas. Ambos modelos de democracia -clásica y actual- afirman en sus bases la autonomía de sus gobiernos, y su capacidad de actuar de manera independiente sin ninguna clase de restricción externa. Este es otro aspecto que a mi parecer esta en entredicho en el caso de la democracia actual y más concretamente en nuestro país, ya que aunque en la teoría el gobierno goce de autonomía, frecuentemente parece estar condicionado por ciertas “recomendaciones” o imposiciones provenientes de países poderosos.

Ha habido avances muy importantes y beneficiosos desde el modelo clásico de democracia hasta el actual, pero también muchos retrocesos y queda mucho por hacer hasta llegar a un modelo que pueda ser llamado realmente democrático en todos sus aspectos. Cosas como las listas abiertas, los plebiscitos e iniciativas legislativas; así como los programas electorales -al menos en sus aspectos fundamentales- con carácter vinculante; la instauración de ciertas medidas que eviten la profesionalización de la clase política; la destitución de los cargos elegidos “a dedo” o la implementación de más vías de participación ciudadana son algunas de las cosas que creo fundamentales para gozar de una democracia que otorgue realmente el poder al pueblo.


Silvia Perelló (@silvia_perello)

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